sábado, 6 de enero de 2007

...Don Dinero

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Querido Don Dinero:


Ya una vez intenté escribirle esta carta, de hecho la escribí, pero me quedé a las puertas de concluirla debido a mi desconocimiento de su dirección postal. No sabiendo este dato, importantísimo me dijeron en Correos para la llegada de la misiva, decidí pararme en seco sobre el papel para pasar a la tarea de averiguar su domicilio.
Tras revisar concienzudamente todas las secciones de economía de los rotativos que cayeron entre mis manos un Lunes por la mañana sin sol, concluí con una pequeña lista de probabilidades para iniciar la búsqueda escrita sobre la servilleta de papel que nunca use tras el café.
La primera posibilidad y más razonable de mi pequeña lista era llamar directamente a una de sus fábricas: el Banco de España. Pero mi llamada no obtuvo mejor resultado entre las telefonistas y secretarias que tuvieron a bien escuchar mis preguntas, que otra pista, esta vez en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Este nuevo dato vino a incrementar mi lista con unas cuantas posibilidades más: pudiera ser que Usted tuviera algo que ver con el Índice Nikey y la moneda japonesa, descartado el IBEX como dato de importancia…
Así pues dirigí mis pasos a la embajada nipona donde me atendieron tan cordialmente como les tenía permitido el problema lumbar generalizado de esta clase de orientales que les obliga a doblarse en ángulo de 90º a cada rato. Me indicaron que el Yen se fabrica con una pasta de papel que exportaban de Canadá, donde la existencia de grandes bosques posibilita la producción a gran escala para la impresión de Usted en cualquier idioma.
Tampoco en la embajada canadiense me dieron más razón de su domicilio que no fuera el nombre del importador de “la pasta” y una “hojita” del árbol para poder recordarlo.
No habiendo conseguido la orientación necesaria que viniese a acortar mi engrandecida lista, decidí buscarle en Internet. En Google le busqué.

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Sólo he revisado 631 entradas de las 1263 que me propone, pero no pierdo la esperanza de encontrarle y, quién sabe, quizás, tal vez, tomarme un café con Usted...